Ante un cambio de época



Después de varios meses sin publicar en el blog reprendo el reto de compartir algunas reflexiones sobre dos ámbitos cruciales de mi vida profesional y ciudadana, ambas en una crisis profunda, confío que catártica, que reflejan un cambio de época y de paradigmas. Por un lado la situación del sector cultural como efecto del repliegue del estado en su desarrollo, y por otro lado, el desencaje de Cataluña en España fruto de un largo proceso de incomprensión y desencuentro.

El sector de la cultura sufre de forma muy directa los efectos de la crisis, en especial en aquellos países donde ésta se plantea de forma más cruenta y con efectos directos en los presupuestos públicos y sus prioridades. No creo que sea una situación pasajera, sino que se trata de un proceso de transformación profunda de los paradigmas que permitieron en Europa el desarrollo de unas políticas culturales como parte del modelo del estado del bienestar. Las políticas gubernamentales que alentaron la creación artística y la protección y puesta en valor del patrimonio, formaron a diversas generaciones de profesionales de la cultura y pusieron a disposición de la ciudadanía una oferta de programas y equipamientos de calidad, están en franco declive. En un par de años hemos visto cerrar todo tipo de proyectos, en especial aquellos con débiles anclajes institucionales pero con dependencia umbilical de los presupuestos públicos. Y muchas más iniciativas desaparecerán en un próximo futuro no solo por la reducción drástica de los recursos presupuestarios sino también, en el caso español, por el incremento brutal de los costes fiscales cuando el consumo cultural y el patrocinio privado estaban ya bajo mínimos. Sectores enteros de la acción cultural quedarán reducidos a la mínima expresión. El producto interno bruto cultural y su impacto en términos de empleo y de actividad caerán drásticamente. Y estrategias como por ejemplo la cooperación cultural al desarrollo prácticamente desaparecerán.

No parece que sea un proceso coyuntural sino el final de una época que obliga a replantear las estrategias y los paradigmas de intervención y financiación de la cultura para que en este tsunami no se lleve por delante el esfuerzo de diversas generaciones de activistas culturales. Evidentemente, el sector cultural debe realizar una profunda autocrítica pues no logró insuflar suficientemente la demanda y legitimar su misión y estrategias ante la sociedad y sus gobernantes. Es evidente que hemos hecho bastantes cosas mal y desaprovechamos un buen número de oportunidades. Por todo ello, intentaré en los próximos escritos repensar buena parte de los textos redactados durante los últimos años sobre política cultural y los modelos económicos y sociales de intervención cultural.

El otro gran tema al que voy a dedicar esfuerzos es en intentar explicar el desencuentro entre Cataluña y España. Hace años que hablar de mi realidad nacional con amigos no catalanes se ha convertido en un tema recurrente pero de difícil comprensión. En demasiadas ocasiones he tenido la sensación de hacerme pesado, o hasta incomodarles con unas reflexiones que no encajaban con su realidad y preocupaciones pues suficientemente complejo es lidiar con la crisis económica, la cohesión social, el desarrollo cultural o el proceso de globalización para que alguien les hable de procesos de emancipación nacional en el seno de la Europa Occidental del siglo XXI. ¿Cómo justificar un proceso de separación cuando todos estamos inmersos en interdependencias crecientes? En particular, cuando dicha pretensión se asocia a una voluntad egoísta y excluyente de unos pueblos ricos en un momento de dificultades económicas para todos. Intentaré presentar las distintas razones y puntos de vista que explican dicho desencuentro, así como las consecuencias sociales, culturales, económica y políticas de las alternativas de relación posibles en función de como se lleve el proceso político de secesión o unión. No es un reto fácil pues intentaré presentar mis observaciones y diagnóstico de la forma más objetiva y analítica posible con la pretensión que mis amigos no catalanes dispongan de una versión más para entender la situación.

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