Pàgines

¿Qué estrategia turística para salir de la crisis?

Cesc, en uno de sus mejores libros sobre el impacto del turismo
Una de las recetas más escuchadas para salir de la crisis consiste en exportar y atraer demanda externa hacia la economía doméstica. Dada la progresiva reducción de la producción industrial en las economías desarrolladas, y en consecuencia la dificultad para que las exportaciones convencionales de bienes manufacturados puedan continuar tirando del carro, la venta exterior de servicios se vislumbra como la mejor substitución. En el caso particular de los países del sur de Europa, el turismo (asociado a los servicios culturales, académicos, de congresos o sanitarios, así como a la oferta comercial y de ocio, y a la actividad económica en general) representa uno de los pocos motores capaces de tirar de nuestras maltrechas economías, puesto que no hemos sabido invertir suficientemente en otras actividades y servicios generadoras de mayor valor añadido.

¿Será el viejo y desprestigiado modelo de sol y playa, de permisividad y alcohol barato (al que algunos quieren sumar el juego) el que nos ayude a salir de la crisis? De momento, y aun que nos pese, parece la alternativa más fácil. Pero, ¿Es posible modificar el modelo para no continuar malbaratando nuestros recursos paisajísticos y patrimoniales, y generar un desarrollo sostenible en términos económicos, sociales y culturales para capas lo más amplias posibles de la sociedad?

Existe una pluralidad de modelos turísticos y es importante conocer cuáles son los escogidos por los principales operadores turísticos y por nuestros representantes políticos. Algunos de estos modelos (por ejemplo el de los grandes resorts de muchos países en desarrollo) generan una distribución muy asimétrica de sus beneficios y costes entre el conjunto de la población y los grandes grupos turísticos, mayoritariamente internacionales. En nuestras latitudes el excedente está menos concentrado en una pocas manos gracias a un tejido mucho más amplio y plural, pero la inversión y los costes de mantenimiento de las infraestructuras (comunicaciones, sanitarias, seguridad pública, etc.), de congestión de los servicios en temporada alta (así como su sobredimensión en temporada baja) y los daños patrimoniales (a menudo irreversibles) los pagamos entre todos. No parece muy inteligente continuar apostado por un modelo que socialice los costes y privatice los beneficios. Dentro de lo posible, las políticas públicas deberían tratar de conseguir trabajo de calidad (y salarios acordes con ello), así como oportunidades de negocio para cuanta más gente mejor, tanto en el ámbito turístico como en los sectores de su alrededor. Para ello es importante diseñar políticas urbanísticas, comerciales, financieras, sanitarias, de infraestructuras, de seguridad y de promoción turística dirigidas a dicho fin.

Es importante, sin embargo, tener presente las lógicas de negocio dominantes en la industria turística. Por un lado es un sector caracterizado por el comisionismo (quien aporta demanda se lleva una parte). Por otro lado y con la excusa de que el turismo da trabajo y beneficia al conjunto de la sociedad, el empresariado turístico acostumbra a no corresponsabilizarse de la inversión colectiva y a no asumir las externalidades negativas que el turismo genera (suciedad, destrucción del patrimonio, etc.). Se pretende que sean los presupuestos públicos los que garanticen las infraestructuras colectivas, una buena oferta cultural, paguen las campañas de promoción turística y mantengan unos impuestos menores que el resto de sectores económicos (en España el IVA reducido).

Solamente con una mayor transparencia respecto los aportes y los costes, y una cultura de la corresponsabilidad será posible diseñar conjuntamente estrategias turísticas beneficiosas para todos, y que nos preparen cara al futuro. Muy pronto otros destinos generaran ofertas más atractivas (no siempre el norte de África será un lugar inseguro) y solo siendo muy competitivos podremos aliarnos con unos mecanismos de mediación turística cada vez más transparentes y autónomos (el peso de los paquetes turísticos se ha reducido al 40%). Debería preocuparnos ser un país cada vez más monoproductor, por mucho que con el paro y la crisis actual nos alegre el dinamismo del sector turístico, con lo que es necesario luchar por una economía más diversificada y donde la actividad turística ayude a generar innovación y mayor valor añadido. Por desgracia no veo que avancemos mucho en esta dirección.

Dos temas han generado una particular polémica en el ámbito de las políticas turísticas: la tasa turística y la inversión y gestión de las infraestructuras de transporte aéreo. Ataco de entrada el primer tema:

Cuando el gobierno progresista balear implementó dicha tasa para disponer de recursos para mejorar la calidad de la oferta cultural y paisajística, y al mismo tiempo desarrollar una mejor promoción de las islas a nivel internacional, los grandes empresarios turísticos de las islas (empujados por un partido popular embravecido) lanzaron una campaña durísima en su contra. Cuando en las siguientes elecciones la derecha logró de nuevo el poder, lo primero que hico el autollamado partido turístico-frienly fue abolir dicha tasa y aprobar un conjunto de normativas turísticas poco respetuosas con la conservación del patrimonio y, en consecuencia, con un modelo de desarrollo turístico sostenible y de calidad. A nadie le importó que en los principales países existiera una tasa turística parecida (Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, y un largo etcétera de países turísticos disponen de ella) con lo que la mayoría de nuestros clientes internacionales no les sorprende tenerla de abonar. No se pierde competitividad si se explica bien y si los recursos obtenidos sirven realmente para mejorar la oferta y las estrategias de promoción.

Cataluña, con su tasa de pernoctación implantada durante este último año, no sólo mantiene su liderazgo en la consecución de turistas extranjeros sino que lo incrementa: es la primera comunidad autónoma en turismo internacional, con una cuota del 25,6% sobre el total español (con un incremento del 6,6% entre octubre de 2012 y octubre 2013, y un aumento del gasto turístico en el mismo periodo del 20,5%!!). Está claro, pues, que pese a ser la única comunidad autónoma con tasa turística ésta no tiene efectos negativos en términos de competitividad. El objetivo, ahora, debe consistir en gastar correctamente los recursos obtenidos para la mejora de la promoción y la oferta turística, y muy en particular en orientar nuestro sector turístico hacia la calidad, la innovación y la compenetración con el resto de nuestro tejido productivo.

A la cuestión del transporte aéreo, las compañías que reciben ayudas públicas, las tasas aeroportuarias y a la inversión y gestión de los aeropuertos españoles por parte de AENA voy a dedicar el siguiente post.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada