Un análisis crítico a las infraestructuras de transporte

Evolución pasajeros de los 6 principales aeropuerots españoles 2008-2013
(Fuente: AENA. *Datos de 2013 estimados)
Las infraestructuras y los servicios de transporte son fundamentales para el desarrollo económico de un país, en particular cuando el turismo es uno de sus principales sectores. El gobierno español ha invertido durante las décadas de bonanza económica una enorme cantidad de dinero público en la construcción de aeropuertos y de la red de alta velocidad. La cuestión de fondo es si lo ha hecho de forma eficiente y equitativa, si había mejores alternativas de inversión para el conjunto de la sociedad (por ejemplo, mejorar el tren de cercanías o el ancho europeo ferroviario para mercancías) y cuáles son las implicaciones en términos de costes de amortización y mantenimiento en época de crisis.

España dispone hoy de la más amplia red ferroviaria de alta velocidad del mundo después de China y de una de las proporciones más altas de aeropuertos comerciales en relación a la densidad demográfica de Europa. La deuda acumulada por dichas inversiones es enorme pero su retorno en términos de desarrollo bastante dudoso. ¿Por qué entre Barcelona y Valencia solo hay vía ferroviaria convencional única (los trenes tienen de esperar en las estaciones que pase el otro en sentido opuesto como en el siglo XIX) mientras en plena crisis presupuestaria el Ministerio de Fomento continúa invirtiendo dinero en ampliar la alta velocidad en líneas mucho menos rentables social y económicamente?  Después de más de veinte años de la inauguración del Madrid-Sevilla, solo razones políticas pueden explicar los esfuerzos de los distintos gobiernos españoles (rancio nacionalismo centralista) para aislar el País Valenciano de Cataluña, y como daño colateral dificultar el eje mediterraneo como vía natural de comunicación del sureste español con Europa.

Si los residentes, los turistas y las mercancías tienen dificultades para circular en tren, analicemos que pasa con las infraestructuras aeronáuticas. España cuenta con 49 aeropuertos gestionados de forma centralizada por AENA (modelo que no potencia un servicio competitivo ni favorece un reequilibrio territorial sostenible). Barajas y El Prat concentran el 41% del pasaje. Las islas Baleares y Canarias, junto a Ceuta y Melilla, por imperativos geográficos y fortaleza turística suman un 33% más. Málaga-Costa del Sol y Alicante, grandes destinos turísticos aportan un 11% del total. La suma de Valencia, Sevilla, Bilbao, Girona, Santiago, Asturias, Murcia y Santander (en orden de tráfico) consiguen un raquítico 11%, y el resto de aeródromos españoles solo alcanza el 3% restante. La conexión ferroviaria de alta velocidad con Madrid ha debilitado no solo a Barajas sino también a muchos aeropuertos peninsulares, con las significativas excepciones de Barcelona, Málaga y Alicante gracias a su buen posicionamiento como destinos turísticos (y en el caso barcelonés también por la apuesta de Vueling y de algunas grandes compañías internacionales). En otros casos, la pugna estéril entre aeropuertos excesivamente cercanos (por ejemplo entre A Coruña, Santiago y Vigo) no ha permitido a ninguno de ellos atraer un número de rutas suficientes para ser efectivamente competitivo (en este caso beneficiando a Oporto). Muchas otras infraestructuras dan un servicio tan deficiente que hacen difícil su viabilidad. Finalmente, quedan los aeropuertos vacíos que no han llegado a inaugurarse pese a inversiones millonarias. ¿Quizás ha llegado la hora de exigir responsabilidades a los políticos que los promovieron y a los técnicos que redactaron los informes de viabilidad correspondientes? ¿Alguien ha dimitido o ha sido condenado por despilfarro del dinero público?

El tráfico de mercancías, que podría compensar la escasez de pasaje de algún aeropuerto pequeño, está aún más concentrado que el de pasajeros. Barajas concentra el 55% del peso total transportado y junto a Barcelona y Zaragoza acumulan el 81% del total. Quedan pocas opciones para sacar algún provecho de tantos proyectos faraónicos.

Otra cuestión de gran complejidad es la estacionalidad del tráfico aéreo motivada por la función eminentemente turística de una parte muy importante del flujo de pasajeros. Si uno se fija solamente en los 5 principales aeropuertos, el que presenta una menor estacionalidad es el de Madrid, pues los pasajeros del mes con mayor tráfico superan “solo” en un 48% el mes más flojo (agosto frente a febrero 2013). Muy de cerca le sigue Gran Canaria, pero con el ciclo inverso, pues noviembre de 2013 ha superado a mayo del mismo año en un 57%. Con un comportamiento extremadamente estacional se sitúa Palma de Mallorca donde el tráfico de agosto multiplica por 6,3 el de enero. Málaga, por su lado, multiplica casi por 3 el tráfico entre el mes más activo y el más débil, mientras que en Barcelona julio supera en un 98% al tráfico de enero.
% pasajeros mensual s/total anual (Fuente: AENA. Elaboración propia)
Finalmente, cabe preguntarse por el gran descenso del número de pasajeros del aeropuerto de Madrid teniendo en cuenta las ingentes sumas de dinero público invertido en él.  Mientras que en 2008 usaron Barajas 50,8 millones de pasajeros, la estimación para 2013 le sitúa en 39,8. Barajas pasó de ser el cuarto aeródromo europeo en 2010 a ser el séptimo en junio de 2013, según datos de Eurocontrol. La pérdida de capacidad de atracción turística de Madrid no es solo, tal como se ha repetido en los medios, consecuencia de la crisis de Iberia sino que el declive de Barajas es el resultado combinado de razones más profundas. Aun y la dificultad para medir el peso específico de cada una de ellas, se pueden citar:
  • La falta de una política consistente y continuada de promoción exterior.
  • La degradación de la imagen de la capital asociada al declive de la marca España.
  • La substitución del avión por el tren a medida que la alta velocidad acerca más y más ciudades a la capital.
  • La incomodidad de un aeropuerto sobredimensionado y la situación de privilegio de Iberia, una compañía en crisis, en lugar de promover un marco más competitivo.
  • La reducción del flujo migratorio y económico con América Latina.
En comparación, El Prat ha pasado de los 30,3 millones en 2008 a una estimación de 35 millones de pasajeros para 2013, gracias a una política de promoción exterior de largo alcance y la presión de la sociedad catalana para que dispusiera de una gestión autónoma o como mínimo de un comité mixto de nuevas rutas (estrategia replicada posteriormente por otros aeródromos españoles). Ambos aeropuertos presentan características muy diferentes. Iberia (junto a sus filiales Iberia Express y Air Nostrum) concentra el 42% del tráfico del aeródromo madrileño, mientras que solo es el 3,3% del barcelonés. Por cierto, cuesta entender el abandono de la capital catalana por parte de la antigua compañía de bandera, pero su oferta no es competitiva frente a Vueling (ahora en manos del mismo consorcio IAG) ni frente a las numerosas compañías extranjeras que ofrecen vuelos directos en lugar de las obligadas escalas en Barajas.

Es evidente que no puede realizarse un análisis de dichas cifras sin tener en cuenta la evolución y liberalización del transporte aéreo en Europa. La mayoría de compañías de bandera han perdido pasajeros por no haberse adaptar a un mercado más competitivo, razón por la cual uno duda de que estuvieran realmente al servicio de sus respectivas economías (¿quizás solo de grupos de interés extractivos?). En un contexto de crecimiento de las compañías de bajo coste, mayoritariamente orientadas al tráfico continental, solo Lufthansa entre las tradicionales crece significativamente en el mercado europeo. Para el sector turístico español el desarrollo del modelo aeronáutico de bajo coste ha multiplicado los visitantes y su gasto en destino con menor intervención de los tour operadores. Si hace una década Iberia dominaba el mercado español, hoy Ryanair seguida de Vueling y Air Europa son las principales compañías por tráfico de pasajeros del país, con EasyJet y Air Berlin pisando los talones a la antigua compañía de bandera.

En este contexto, el fuerte incremento de las tasas aeroportuarias españolas (y la rebaja selectiva aprobada recientemente) no está claro que de forma aislada sea la mejor estrategia para racionalizar y hacer competitiva la red de aeródromos heredada. Por otro lado, las necesidades financieras del gobierno han abierto la puerta a la privatización parcial de AENA. Existen en Europa modelos más eficientes y competitivas de gestionar el sistema aeronáutico compatible con el apoyo a los aeródromos pequeños (a través de un sistema de subvenciones directas, en lugar de la opacidad actual, con corresponsabilidad y metas asumibles). La solidaridad funciona cuando el que recibe es viable a medio plazo y existe un marco donde cada uno se compromete y asume sus responsabilidades. El despilfarro inversor de los años de la burbuja y la corrupción (con un modelo centralizado en teoría racionalizador) nos han llevado a la situación actual: demasiados aeropuertos en lugar de una red eficiente y competitiva. Es necesario cambiar de modelo de gestión para que las infraestructuras de transporte cumplan su misión de apoyo al desarrollo económico y turístico del país.

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